Los gestos del presidente Luis Abinader Corona están animados por la proximidad y la empatía; tan diferente a quienes, inflados por el cargo temporal, se distancian de su entorno y hasta conspiran contra sus iguales.
Abinader estrecha las manos, mira a los ojos, conversa y a menudo resalta por acciones espontáneas, que suelen burlarse de la otrora figura hermética, ciega, sorda y muda, que ha pululado por las esferas que hoy le tocan. Hace meses le vi zafándose a la Seguridad para estrechar la mano a una persona que en su turno al podio llamó las cosas por su nombre. En otros tiempos, le hubiera perseguido la desgracia y la inquina.
En el Palacio Nacional escuchó amable y atentamente a Mildred Mata cuando le dijo “Usted está rodeado de gente muy conservadora que no prioriza a las mujeres” y, además, por trabas a las invitadas de ese día, le sugirió actualizar su equipo de Protocolo, por ser “muy anticuado”.
Cuando Gregory A. Méndez Torres y Carlos Yépez, fueron rescatados de la mina Cerro de Maimón, luego de permanecer diez días a 95 metros del área impactada, el presidente se trasladó para recibirlos y antes de ser llevados vía aérea al Hospital Dr. Ramón De Lara, el “número 1” inició un Padrenuestro a la vista de todas las pupilas del terreno y los miles que seguían la transmisión secuenciada.
Antes de los ambivalentes vientos de Fiona, el Presidente acudió a la conferencia de prensa del COE para que nadie le contara. Fungió de moderador y, además, soldado ante especialistas en situaciones de Emergencia. La respuesta del Gobierno a las familias afectadas, rápida según los entendidos, debe ser tan empática como veloz, pues mucha gente no solo perdió su casa, sino la esperanza para recoger pedazos de sí misma frente al trauma de volver a empezar.
El cerebro comunicacional dirá que Abinader es el embajador más idóneo para promocionar su propio gobierno. Y que cada paso de un Presidente es marcado por la estrategia. Estoy segurísima que la esencia del hombre en chacabana se salta el plan y muy a conciencia.
