Cerca del puente que está en Los Pilones, en Baní, hay parte de la historia de Gustavo y Alejandrina Esteban. Le dicen Chencho y casualmente fue a él a quien los reporteros de LISTÍN DIARIO le preguntaron por esa pareja. “Ah, pero esa es mi mamá”. Tal vez no era para sorprenderse, pues al parecer muchos de los habitantes del lugar, puede que sean hijos suyos.
Y usted que está leyendo, seguro se preguntará ¿por qué? Simple. Esta pareja procreó 27 hijos. Tiene 64 nietos y alrededor de 20 bisnietos. Vaya sacando cuenta. Hay gente para formar una comunidad aparte. Al llegar justo al punto que Chencho señaló, y donde estaba don Gustavo sentado como un “pachá”, como se dice popularmente, fue posible observar que en efecto es así. Muchos de sus parientes tienen sus casitas cerquita de la de sus padres.
Don Gustavo fue quien condujo al equipo al sitio específico. Con su machete atado a la cintura se paró para caminar hasta su vivienda donde habría de hacerse la entrevista. “¿Y usted sabía que hoy venía la gente de LISTÍN DIARIO a visitarlo?”. “No”, fue su respuesta. “Yo estaba esperando a Fernando, pero él nunca viene seguro”. El señor por quien aguardaba es quien pidió a este medio que se trabajara esta historia.
Conforme caminaba, don Gustavo iba dando datos sueltos sobre la prolífera familia que junto a su esposa ha procreado. De lo primero que habló fue de su edad. Según dice, el 30 de diciembre cumplirá 75 años. Al llegar donde estaba la esposa y parte de los hijos, estos pusieron en duda ese dato. Él insistía y la cédula lo confirmaba.
La duda creció cuando se le preguntó a doña Alejandrina sobre cuántos años tiene, y ella contestó: “Yo tengo como 73”. “No, son 83”, dijo una de las hijas. Nada cuadraba. La madre que tuvo 27 embarazos había confirmado que se casó siendo una niña. “Creo que tenía como 13 años cuando me junté con él”. Y si eso es cierto, entonces don Gustavo se casó de tres años.
Los cálculos amenazaban con debilitar el tema central de la entrevista: la extensa familia. ¿Y adivinen qué? Cuando se le preguntó por las edades de los hijos, la respuesta de don Gustavo fue: “Bueeeeno, yo no sé. Solo recuerdo que declaré a 14 de un fuetazo”. Como era de esperarse, no quedó nadie sin reírse, y entre las carcajadas se escuchó a alguien decir: “Que se va a recordar si solo pensaba en tener hijos”.
Los años no perdonan
Había que ir ya un poco más en serio, y es ahí cuando se le pregunta a doña Alejandrina sobre su experiencia como madre, y sobre su salud. “Ay, mi hija, los años no perdonan. Yo no sirvo para nada. Tengo diabetes, ya casi no veo; sufro de la presión alta, y hace unos días estuve interna porque estaba bien mala”. Al dar estos detalles limpiaba sus ojos constantemente, pero dejaban claro que era por el daño visual que tiene. No lloraba.
Ella es una mujer fuerte, pero admite que ha pasado muchas penurias. Hay que creerle. No debe ser un maíz parir de forma natural a 26 criaturas, haber perdido uno de sus 27 embarazos y, por si fuera poco, cuidarlos, criarlos y sufrir la muerte de sus primeros 10 hijos. El mayor de ellos falleció a los 10 años y el menor a los dos.
Es decir, no fueron pérdidas. “Se me morían grandecitos, algunos nacieron enfermos y la cosa no era como ahora”. ¿Por qué si le pasaba esto, ustedes seguían teniendo hijos? “Imagínese, los hijos hay que tenerlos si Dios se los manda a uno. No me arrepiento de parirlos”. Deja claro que está satisfecha de tener una familia larga.
Han pasado mucho trabajo. “Todos somos pobres, aunque ni en los peores momentos hemos pedido, pero ahora sí deseo que me ayuden con algo, aunque sea para mi medicina porque mis hijos no pueden ayudarme”. Aquí se puso triste, pero ni así perdió su sonrisa.
“Nunca hemos pedido para criar tantos hijos, pero ahora sí necesitamos ayuda”
Ya doña Alejandrina no puede agacharse para mover el caldero sobre el fogón. Sus fuerzas no son las mismas que tenía cuando no bien daba a luz, y ya salía embarazada. “Me pasé mi juventud pariendo. Algunos de mis hijos lo que se llevan es meses”. Con esto deja claro que de vez en cuando se juntaban teniendo la misma edad.
A juzgar por lo visto durante la visita que hizo LISTÍN DIARIO a la familia Esteban, pudo notarse que algunos hasta parecen mellizos. Pero nada de eso. Todos sus partos fueron de uno a uno, como ella bien lo aclara. “Yo parí 26 hijos, porque de los 27 embarazos, tuve una sola pérdida y, como le dije, mis primeros 10 murieron”. Lo aclara para dejar por sentado que tiene muy bien contados sus alumbramientos.
Hoy, con una edad avanzada, aunque no especificada, doña Alejandrina tiene muchos achaques, ya mencionados. Son solo estos quebrantos los que la llevan a expresar sus necesidades. “Nosotros nunca pedimos para criar a nuestros hijos, con todo lo pobres que siempre hemos sido, pero sí le puedo decir una cosa, ahora sí necesitamos ayuda. En mí se ha gastado un dineral porque estoy muy mala, y todos mis hijos son pobres, aunque trabajadores”. De su estado de salud, ya don Gustado, su esposo, había enterado a los reporteros.
En efecto, pudo comprobarse. Ya casi no ve, le cuesta pararse de su mecedora, y sus pies también están sufriendo los daños que provoca la diabetes. No puede hacer las cosas de su casa, y menos con las carencias que tiene. Cocinan en un fogón porque no tienen estufa, pero tampoco nevera, ni televisor para entretenerse en un campo donde abunda la miseria.
“Siempre he hecho lo que he podido”
Aunque sumido en la pobreza, don Gustavo pudo levantar una casa. Eso sí, en su vivienda solo hay unos muebles destartalados y dos camas. Los demás artículos de necesidad no han sido su prioridad porque para ellos lo más importante es no pasar hambre.
Tienen poca ambición, incluidos sus hijos. De los 16, solo una de las cinco hembras llegó a un octavo. Los demás apenas saben leer y escribir. “Yo me dediqué a criar a mis hijos a base de trabajo, de esfuerzo, y nunca he pedido nada porque esa era mi responsabilidad”. Lo dice con determinación, pero reconoce, al igual que su esposa, que nunca pudieron siquiera celebrar un cumpleaños.
“Nosotros vinimos desde San Juan cuando el ciclón David, y al igual que allá, vine aquí a trabajar y lo sigo haciendo en lo que aparezca”. A esto añadió que decidió mudarse a Baní para conocer a su papá, quien a los pocos días de haberlo visto, murió en un accidente.
Para dejar por sentado su compromiso como padre responsable, este señor, quien procreó 27 hijos con una sola mujer, hace una anécdota: “Yo sabía irme a trabajar malo. Una vez fui a echar día con un dolor de muela que no aguantaba, y para que se me calmara me llevaba una botilla de gas, porque no tenía para comprar una pastilla, pero sabía que tenía uno de los hijos enfermos y había que buscar dinero para llevarlo al médico”. Al contar esta parte sus ojos por primera vez se aguaron durante la entrevista, pero de pronto dijo: “Pero había que seguir, y aquí estamos”.
Con 53 años tuvo su último hijo
Comoquiera que se sume la vida de la fértil mujer, resulta ser una especie de fenómeno, con todo respeto. Tuvo su último hijo teniendo 53 años y eso pocas veces se da, dado que es una edad donde, por lo regular, ya está presente o se asoma la menopausia.
Doña Alejandrina admite que no tuvo más hijos porque la naturaleza se encargó de ponerle un “freno”. “Pero a mí nunca me han pesado mis muchachos, siempre los alimenté, los cuidé y después los más grandes me ayudaban con los más chiquitos”. Hoy las cinco hembras y los 11 varones son los que les retribuyen esta entrega.
Con lo poco que consiguen, les facilitan al menos su comida y lo que puedan a quienes al menos les dieron una crianza digna.