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En las últimas décadas hubo altas y bajas en la economía cubana, pasaron ciclones que devastaron parte de la isla; inflación, cambios de moneda, recortes en las subvenciones, desabastecimiento de bienes básicos y restricciones que luego se levantaron parcialmente.

Pero nada de ello logró provocar quejas públicas como los recientes apagones. La falta de energía eléctrica se convirtió, en los últimos días —tras el paso del huracán Ian— en un catalizador de las molestias de muchas de las carencias -de alimentos, medicinas, combustible- en un país donde hasta el año pasado difícilmente se registraban protestas o cacerolazos.

“El sostenido empeoramiento de todos los indicadores, incluyendo los energéticos, conduce a una notable exacerbación del malestar a escala de toda la sociedad en cuyo contexto estallidos sociales espontáneos pasan de ser una posibilidad a una realidad”, dijo a The Associated Press Domingo Amuchástegui, un ex diplomático cubano residente en Estados Unidos. “El 11 de julio (de 2021) fue un primer ejemplo, a partir del cual la gente asume como nunca su derecho a protestar”.

Si bien los cortes de luz y el desabastecimiento fueron el centro de los reclamos de miles de personas que salieron a marchar en 11 y 12 julio del año pasado en las primeras protestas en más de 20 años en Cuba, estas movilizaciones de los primeros días de octubre se focalizaron en las interrupciones del servicio al tiempo que otras personas también demandaron cambios políticos.

“Los apagones son tan frustrantes para las personas porque tienen un impacto inmediato en la vida diaria”, dijo a AP William LeoGrande, un experto en Cuba de la American University, en Estados Unidos, quien destacó que el calor afecta más el ánimo y los pocos víveres que las personas consiguen se pierden.

“También hay una acumulación de molestias. Desde que (Miguel) Díaz-Canel asumió la presidencia, Cuba ha sufrido un serio golpe económico que la gente siente en su vida cotidiana”, agregó Leo Grande.

La interrupción del servicio es dramática para las familias cubanas en medio del calor tropical. Muchos hogares cocinan con luz, los electrodomésticos no funcionan, los motores de agua no bombean -por lo que no hay abastecimiento-, es imposible lavar o realizar casi cualquier actividad y los alimentos que se consiguieron a duras penas amenazan con descomponerse.

El escenario de fondo es una dura crisis económica ocasionada por varios factores, entre ellos la paralización del país -y sobre todo del sector clave del turismo- por la pandemia de COVID-19 y el incremento radical de las sanciones de Estados Unidos para lograr un cambio de modelo político en la isla.

Las consecuencias han sido las largas colas para conseguir casi cualquier producto, inflación y una emigración récord, entre otros.

En las manifestaciones de 2021 un hombre murió y se produjeron saqueos y vandalismo. Nunca se informó oficialmente la cantidad de detenidos, pero grupos no gubernamentales los cifraron en 1.400 y la Fiscalía reconoció en junio que había 488 sentencias; mientras organizaciones internacionales criticaron duramente a las autoridades por los arrestos que a su criterio son una forma de coartar la expresión ciudadana.

Luego, durante más de un año no se reportaron protestas, pero la agudización de los apagones junto con el paso del ciclón Ian -que ocasionó incluso un corte nacional del fluido eléctrico-, volvieron a desatar las quejas.

Vecinos tocando cacerolas e increpando a las autoridades y a los funcionarios del Partido Comunista, el único con estatus legal en la isla, fueron comunes en barrios de la capital, constató AP. Internet fue cortado mientras se producían las protestas y grupos de monitoreo afuera de la isla lo interpretaron como una manera de evitar que se reporten las manifestaciones.

Tanto en 2021 como ahora se escucharon algunos reclamos por cambios políticos, pero en ninguna de las dos ocasiones hubo un liderazgo en las protestas.

La Fiscalía informó ahora que investiga estos nuevos desórdenes mientras el gobierno reiteró su acusación a sectores desde el exilio de lanzar campañas en las redes sociales para incitar a las protestas y provocar el caos. Para los críticos, sin embargo, son una muestra del hartazgo de la población.

El Sistema Energético Nacional es particularmente vulnerable en Cuba debido a la obsolescencia de sus termoeléctricas de más de 30 años, la carencia de combustible para alimentar las pequeñas plantas productoras que también lo integran y recursos renovables poco aprovechados.

Las sanciones de Estados Unidos impidieron además la compra de repuestos y ahogan las finanzas de la isla que cuenta con poco presupuesto para el mantenimiento obligatorio o la renovación de infraestructura, según expertos.

Aunque la mayoría de la población no se sumó a las protestas e incluso algunas personas tienen confianza en que el gobierno arreglará la situación, otros ciudadanos se mostraron de acuerdo con la posibilidad de manifestarse, también algo impensado en el pasado reciente.

“No todos salimos a la calle, hay gente que sí”, señaló a AP Dennis Dorson, un empleado de mensajería de 36 años. “La gente tiene derecho a reclamar lo que está mal”.

En muchos países las protestas callejeras son cotidianas, pero en Cuba durante décadas los dirigentes revolucionarios y en especial el expresidente Fidel Castro, fallecido en noviembre 2016, insistieron en que “la unidad” de los cubanos era la base de la resistencia contra los intentos de Estados Unidos de convertir a la isla en su apéndice físico o en un satélite político. Así, las manifestaciones fueron vistas como una forma de socavar esa soberanía.

El politólogo cubano-estadounidense Luis Carlos Battista mencionó, por su lado, el impacto que tienen las redes sociales en el descontento social.

“La internet ha roto el monopolio de la información del que gozaba el gobierno cubano desde hace décadas” y ”si bien la mayoría de los cubanos en la isla demanda soluciones cortoplacistas como la restauración del fluido eléctrico, sería un error no tomarlo en cuenta como demandas con cargada exigencia política”, agregó.

Mientras, las autoridades aseguraron que trabajan a todo vapor para eliminar los cortes eléctricos y revertir las interrupciones. La tarea no es sencilla.

Cuba cuenta con una electrificación del 99% de su territorio y 42.000 kilómetros de líneas de transmisión primaria integradas en un sistema energético nacional. El 61% de su consumo es residencial y el 34% es estatal y el 3% privado no residencial.

La demanda máxima en 2022 en un día fue de 3.188 megavatios, pero en algunas jornadas de julio la generación eléctrica sólo alcanzó el 47%, lo que explica la magnitud de los apagones.

Las autoridades dijeron que apostarán por recuperar la potencia en sus ocho termoeléctricas, darle nueva vida a pequeñas plantas a combustible distribuidas en todo el país e incrementar la instalación de paneles solares, al tiempo que contratarán una o dos plantas de generación móvil a Turquía que se agregarán a las seis existentes y que deberán llegar antes de diciembre.

Precisamente diciembre fue el mes que el presidente Díaz-Canel se puso públicamente como meta para revertir de la situación energética.



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